Hitos de Aranjuez
Aranjuez es un mosaico tremendamente variado, una sabrosa
ensalada de lugares, espacios, edificios monumentales, de
altísimo atractivo turístico. Se combinan en cuidada armonía
áreas de alto valor paisajístico y ambiental, como los Sotos del
Rey Felipe II o el curso del Tajo, con jardines regados con las
aguas de este mismo río, sean los delicados espacios del Paterre
o La Isla, o el inmenso Jardín del Príncipe, todo un bosque
ordenado y preñado de obras de arte flanqueando el rio. Junto a
ellos, palacios, viviendas históricas, templos, y un casco
urbano modélico en su barroco diseño.
Y sobre ellos gravita durante todo el año un ambiente cultural y
de actividades de alto atractivo, con hitos de interés turístico
internacional como las fiestas del Motín, además de un gran
número de eventos musicales y deportivos. Entre ellos destacamos
la celebración, cada primavera, del Festival de Música Antigua,
así como los desarrollados en el Teatro Real Carlos III o el
Centro Cultural Isabel de Farnesio. Y en lo deportivo, a orillas
del Tajo, su Club de Piragüismo, sede de diversos eventos de
deportes náuticos de gran peso en el ranking nacional.
Palacio Real
El Palacio Real es el principal hito monumental de Aranjuez.
Fue Felipe II quien activó el proyecto de su padre Carlos V: la
construcción de un palacio en lugar de aquella inicial y modesta
“casa maestral” de la Orden de Santiago. Juan Bautista de Toledo
inició las obras en 1561, y tras su muerte le sucedieron
Gerónimo Gili y Juan de Herrera al frente de ellas. Éstas se
paralizaron por falta de recursos y no se reanudaron hasta la
llegada de los Borbones.
Felipe V las retomó con Caro Idrogo, realizando una primera
ampliación. Tras un voraz incendio que partió de las cocinas
palaciegas, Fernando VI las continúa, restaurándolo y
ampliándolo bajo las directrices de Bonavía, arquitecto que, al
mismo tiempo, diseña lo que sería el nuevo viario urbano del
Real Sitio.
Es Carlos III quien añade las dos alas perpendiculares a la
fachada principal, dándole el aspecto actual en forma de “U”,
con la unidad estética de su origen herreriano, las influencias
neoclásicas, y ese bello contraste entre el ladrillo rojo y la
piedra de Colmenar. El interior nos deslumbra con salas
ricamente decoradas que fueron testigos de una parte crucial de
nuestra historia.
Casco histórico
Hasta el siglo XVIII estaba prohibido el asentamiento de
personas en el Real Sitio fuera del palacio. La predilección de
Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza por Aranjuez, junto
con el abultado número de cortesanos y los consejos de Farinelli,
animaron al rey que se diseñara una nueva población. Este
encargo recayó en el afamado arquitecto Santiago Bonavía. En
treinta años lo que otrora fuera una finca privada se convirtió
en una populosa villa dotada de iglesia, hospital y teatro,
además de tiendas y todo tipo de servicios.
El entorno de urbano que rodea el Palacio Real constituye un
conjunto excepcional en el que no debemos buscar grandezas
monumentales aisladas, sino la regularidad del conjunto, siempre
gravitando en torno al Palacio. Así, por un lado, podemos
apreciar ese regular diseño de calles en un mosaico geométrico
de calles en retículo. Y en ese esquema aflora el excepcional
marco escenográfico de la Plaza de San Antonio. 21.000 m2, en un
espacio presidio por la arquería barroca cóncavoconvexa de la
Real Capilla de San Antonio, enmarcado entre arquerías y cerrado
por una fuente monumental. A pocos metros, la Plaza de Parejas,
otro espacio de 30.000 m2 concebido a priori como espacio de
eventos regios. Y, finalmente, el tridente de calles formado por
las de La Reina, Príncipe e Infantas, que convergen en la puerta
del palaciego parque del Parterre.
Las Casas de Oficios, Caballeros e Infantes, esas grandes
manzanas cerradas con quasi monacales claustros en su interior,
hay otros elementos, de menor volumen pero no menos reseñables.
Por un lado el patrimonio eclesial, donde destaca la ya citada
iglesia barroca de la Real Capilla de San Antonio, con la
espectacular arquería ondulada que abraza uno de los extremos de
la plaza de San Antonio y vuela sobre las calles. También
cerrando otro de los vectores del viario arancetano, en su
tridente regio, la de Alpajés, templo del siglo XVII. Más hacia
el sur del caso tenemos el Convento de San Pascual, espectacular
templo neoclásico que sufrió abandonos e incluso fue utilizado
como prisión durante nuestra guerra civil y actualmente es
convento de clausura y colegio.
Y además de la salud del cuerpo, para la salud del alma se levantó un teatro, el Real Teatro Real de Carlos III. Del año 1768, fue el marco de eventos de la corte, y de ello da fe el texto inscrito su fachada: ““Rudos deliciis urbana adjecta. Voluptas Jussu CAROLI TERTII. Anno MDCCLXVIII”, que podríamos traducir que aquí, en Aranjuez, se unen las delicias del campo con los placeres de la ciudad. Carlos III, 1768. Muy reconstruido, conserva su fachada original y es su actual interior se ha recuperado su apariencia de origen integrando los elementos que de ella se conservaban.
Pero sin duda alguna uno de los elementos más señeros es su plaza de toros (la segunda más antigua de España). Data de 1796 y es de las más grandes de España. Cuenta con palco real, con acceso propio desde el exterior y cuando se construyó su capacidad era de 6000 espectadores y la población era de 4226 personas- Actualmente tiene un aforo para 9000 personas. Hecha en ladrillo y piedra de Colmenar, acoge en su interior un atractivo patio de cuadrillas, callejón, chiqueros, capilla y, en especial, los corrales, inmaculadamente conservados, que nos cuentan historias del pasado, de tauromaquia. En su interior se ubica un pequeño museo que expone todo tipo de enseres relacionados con las muchas tardes de toros que allí se han celebrado.
Con la llegada del ferrocarril en 1855 vino una nueva tendencia arquitectónica, y el mercado de abastos, construido con una estructura de hierro, es su mayor exponente, ligado con la arquitectura arancetana gracias al cerramiento en ladrillo visto y piedra de Colmenar. La propia estación, de los años 20 del siglo pasado, es un edificio de corte neomudéjar de alto valor, donde destacan, además del propio edificio de viajeros, las cubiertas artesonadas del vestíbulo. Es obra de Narciso Clavería, arquitecto que tiene entre sus obras las cercanas estaciones de Algodor, y, sobre todo, la de Toledo.
Todo este bagaje patrimonial hizo acreedora a esta ciudad, en 1983, la calificación de “Conjunto Histórico Artístico”.
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